Panorama actual y desafíos energéticos para Chile

1 marzo, 2021
Energía

“Debemos volver a un diálogo colaborativo y real entre el Gobierno, Parlamento y los distintos actores interesados, de tal manera que podamos diseñar mercados y regulaciones de clase mundial para los segmentos de distribución, energía, potencia y flexibilidad”.

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(*) Por Andrés Romero, director Valgesta Energía y ex secretario ejecutivo de la CNE.

Sin duda, el plan del Gobierno de vacunación a toda la población contra el Covid durante el primer semestre es una gran noticia, pero lamentablemente las consecuencias económicas y sociales que la pandemia está generando en Chile y el mundo nos acompañarán durante un tiempo.

En este sentido, el sector eléctrico tendrá como gran desafío regulatorio el definir cómo conjugamos las soluciones coyunturales para enfrentar la crisis, con las necesarias definiciones para el largo plazo, evitando tomar decisiones fuera del marco constitucional y legal que nos rige.

Para el corto y mediano plazo, las prioridades debiesen estar asociadas a una profunda reforma a la distribución, la descarbonización de la matriz energética, la flexibilidad del sistema y la evolución de las tarifas eléctricas. A su vez, los grandes desafíos de largo plazo se asocian a la estrategia de desarrollo del hidrógeno verde, la electromovilidad y el impulso a la descentralización de los recursos energéticos.

Partamos por donde estamos. Cerca de un 25% de la potencia instalada ya corresponde a centrales solares, eólicas, biomasa, pequeñas hidráulicas y geotermia, las que produjeron más del 20% de la electricidad el año 2020, cumpliéndose con 5 años de antelación la meta dispuesta por la “ley 20/25”.

Adicional a ello, algunas compañías propietarias de centrales a carbón anunciaron planes concretos de cierre de éstas, llevándose a cabo las primeras hace unos pocos días. En otras palabras, tenemos crecientemente energía más limpia, propia y competitiva, alejándose paulatinamente aquellos días en que dependíamos del suministro externo, con altos precios y contaminación.

De esta manera, contamos con un mercado eléctrico más competitivo donde los clientes libres se han beneficiado, negociando sus contratos a precios que están entre los 40 – 50 USD/MWh, alejándose de aquellos precios que nos acompañaron durante buena parte de la década anterior, sobre 100 USD/MWh, y que amenazaban la competitividad de nuestra industria.

Sin embargo, por el lado de los clientes regulados, el efecto de la ley de Precio Estabilizado de las cuentas eléctricas implicará que, si bien no subieron las cuentas durante el año 2020, probablemente no veremos reducir los precios antes del año 2027 (por el contrario, podrían aumentar). Por ello y ante un escenario económico y social complejo, se requiere un esfuerzo técnico y político para ofrecer alternativas que enfrenten a tiempo y adecuadamente este escenario, fundamentalmente pensando en los consumidores más desfavorecidos.

Transmisión y ley de eficiencia energética

En materia de descarbonización, el Gobierno ha propuesto una meta de carbono neutralidad al año 2050 para todos los sectores. En este desafío, el proceso de cierre de centrales es clave, siendo altamente probable que por razones comerciales y ambientales la totalidad de centrales a carbón existentes cierren antes del año 2040.

Para ello se requiere que el proceso sea llevado de manera paulatina, sin apresuramientos que impliquen reducir los niveles de seguridad de suministro o un alza desmesurada de los costos del sistema eléctrico, lo que termina redundando en los clientes finales.

Asimismo, se requiere el desarrollo de sistemas de transmisión que nos permita traer energía a los centros de consumo, tal como el sistema Kimal-Lo Aguirre, lo que exigirá a las autoridades y desarrolladores del proyecto un profundo trabajo con las comunidades que permita materializar a tiempo este mega proyecto. Finalmente, se requiere el desarrollo de un mercado de flexibilidad que nos permita operar el sistema sin centrales a carbón y con altos componentes de energía variable, como la solar y eólica.

No obstante la importancia del proceso señalado en el párrafo previo, no debemos olvidar que no hay energía más limpia, económica y disponible que aquella que no se malgasta, por lo que la eficiencia energética debiese ocupar un lugar tan relevante como el cierre de centrales a carbón para cumplir con las metas de reducción de emisiones.

En este último sentido, durante los próximos años debiésemos ver los efectos de la reciente ley aprobada en el Congreso, junto con la actualización de las normas de estándares de consumo energético para artefactos y aislación térmica de los hogares.

Hacia un mercado competitivo

Por otra parte, es fundamental una reforma integral al segmento de distribución que considere cambios relevantes al modelo de remuneración de las empresas, que incorpore los incentivos correctos para que las distribuidoras inviertan eficientemente en mejorar la calidad de servicio.

De la misma manera, este proyecto debiese tratar el desarrollo de la descentralización de los recursos energéticos y que éstos puedan ser gestionables, para lo cual se requiere una completa digitalización de las redes.

Esta tarea la consideramos urgente, ya que la electrificación de los consumos, por ejemplo a raíz de la creciente electromovilidad, junto con un desarrollo acelerado de la generación a nivel distribuido (el Coordinador Eléctrico Nacional estima que podríamos alcanzar al 2030 cerca de 2.500 MW de generación en techos solares a nivel comercial, industrial y residencial), traerán enormes retos para la gestión de las redes de distribución, las cuales hoy no están preparadas para este escenario que comienza a visualizarse.

Finalmente, es imperativo avanzar en las estrategias y definiciones de largo plazo. Creemos que la visión del Ejecutivo respecto de contar con una estrategia para el desarrollo del Hidrógeno Verde va en la dirección correcta.

Respecto a la electromovilidad, se requiere construir las bases para un mercado competitivo de carga de vehículos, en lugares públicos y privados, con opciones de contrato distintas a las tradicionales de los segmentos regulados, por lo que se tendrán que diseñar modelos adecuados para que los consumidores podamos optar por diferentes ofertas que se adapten a nuestras necesidades.

Así pues, tenemos buenas noticias y grandes desafíos. Para enfrentar todos estos retos debemos volver a un diálogo colaborativo y real entre el Gobierno, Parlamento y los distintos actores interesados, de tal manera que podamos diseñar mercados y regulaciones de clase mundial para los segmentos de distribución, energía, potencia y flexibilidad, que nos permita transitar hacia un sistema eléctrico cada día más limpio, competitivo y seguro.

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*Artículo preparado de manera exclusiva para Revista Nueva Minería y Energía por Andrés Romero, director Valgesta Energía y ex secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de Energía (CNE).

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