Algunas reflexiones sobre la minería en las próximas décadas

14 junio, 2021
Columna de opinión - Alejandra Wood_foto

“Es necesario tomarse en serio la vocación regional de la minería. El sector tiene que reafirmar sus fuentes de legitimidad, pero esta vez desde lo local, desde su arraigo en el territorio”.

Por Alejandra Wood, directora ejecutiva de Cesco
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Es interesante observar que existen dos percepciones sobre la actividad minera. Una, la que tenemos los profesionales que trabajamos en minería y tenemos aprecio por la actividad. Otra, la de la ciudadanía y opinión pública en general. Allí, la actividad no necesariamente goza de buena reputación. La marca “minería” posee una imagen de industria del pasado, especialmente entre la población más joven. En efecto, esta es una actividad que genera una huella en el territorio y que ha generado pasivos ambientales históricos.

Ahora bien, esta es una percepción más presente en la opinión pública a nivel de Santiago, donde no existe una relación de cercanía tan clara con la minería. Sin embargo, me parece que la situación a nivel local es distinta. Evidentemente siempre existen conflictos dada la naturaleza de la actividad, sin embargo, en las regiones mineras la relación es distinta precisamente porque existe una interdependencia más estrecha.La minería tiene, por definición, una vocación regional, y quizás uno de los errores de la industria ha sido no haber abrazado con más fuerza ese arraigo territorial que la caracteriza. En este sentido, a nivel regional y comunal la percepción sobre la minería es mucho más positiva. Hay varias encuestas de opinión pública que muestran señales en esa dirección.

El ejercicio más reciente (marzo de 2021) fue una encuesta en la Región de Antofagasta del Instituto de Políticas Públicas de la U. Católica del Norte, donde se preguntó cuán de acuerdo o desacuerdo se encuentran con el desarrollo de la actividad en el país. Sólo un 11% de la población respondió que se encuentra “en desacuerdo” o “muy en desacuerdo”, mientras que el 78% de los encuestados está muy de acuerdo y de acuerdo. No obstante, en la misma encuesta, ante la pregunta de qué debería incluir un “nuevo trato” entre la minería y la región, prima el que parte de los impuestos que paga el sector sean administrados directamente por la región.

Respecto de la gestión ambiental y comunitaria de la gran minería, me consta que existen estándares altísimos. El sector se está moviendo rápidamente hacia el uso de un 100% de energías renovables, el uso de agua desalada, etc. Asimismo, y respecto de las relaciones con las comunidades vecinas, me parece que las compañías han ido generando procesos de aprendizaje para alejarse de un modelo transaccional de relación, hacia uno que implique que las comunidades vecinas se beneficien de que exista una mina cerca porque la estrategia de negocio incluye a esa comunidad. De algún modo, la minería se ha ido dando cuenta de que el cumplir con la institucionalidad hoy es algo higiénico, y que el partido se juega en la búsqueda de nuevas formas de legitimidad a nivel territorial y comunitario.

Chile es un país minero. Pensar que alcanzaremos el desarrollo dándole la espalda a esta realidad es un error. Estando en medio de una transición hacia una economía baja en carbono, que requiere de más minerales como el cobre o litio, sería una locura no tomar la oportunidad de posicionarnos como un país que provee de estos minerales. Para ello, se requiere una visión de conjunto en torno al cobre y el litio como el aporte más importante de Chile al combate del cambio climático y la sustentabilidad global. Pero también creo que es necesario tomarse en serio la vocación regional de la minería. El sector tiene que reafirmar sus fuentes de legitimidad, pero esta vez desde lo local, desde su arraigo en el territorio. Ese es un activo que no hemos sabido aprovechar bien.

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