Proyectos de energía en un mundo sobrecalentado

24 junio, 2022
Artículo técnico - Hernán Salazar_foto_001

“La Factibilidad Ideológica es una variable que parece estar enmascarada por la denominada Gestión Social, matiz interpretativo en que el poder y el promotor del proyecto se encuentran”.

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Por Hernán Salazar, ingeniero Civil Universidad Técnica Federico Santa María (USM),
Máster en Gestión de Riesgos.

Más de alguna vez he escuchado que los ingenieros aborrecen la incertidumbre, pero también no gastan poca energía para imaginar los escenarios futuros a los que se podría enfrentar un proyecto de energía. En parte hay algo de razón en aquello, especialmente si se aprecia una fiel visión científica de los modelos matemáticos que intentan anticipar el futuro.

Es que en ese empeño se debe comenzar por lo subjetivo y una sensibilidad especial para observar la naturaleza humana, lo cual no es objetable especialmente para mí que comparto la visión de Ludwig Von Mises de la economía. Pero si en el esfuerzo de predecir se termina por pensar que ese intento de modelar el futuro se constituye solamente como la resultante de los equilibrios entre las variables objetivas, se corre el riesgo de caer en un error que expone el futuro de los proyectos y la promesa de valor del negocio.

¿Por qué ocurre esto? En los modelos matemáticos -sobre bases objetivas- no se puede predecir las actuaciones humanas que interactúan en la sociedad, entendiendo por éstas aquellas de naturaleza de innovación, demandas sociales de todo orden, evolución de las estructuras de poder, crisis de medios de subsistencia, afanes ideológicos, fenómenos macroeconómicos adversos, entre otros.

Mantenerse en una posición subjetiva para evaluar las incertidumbres requiere cierta disciplina y acopio de inteligencia. Ir más allá y salirse de la mirada del ingeniero para evaluar las contingencias. Exige una mirada holística, informada, veraz, multidisciplinaria y porqué no decirlo, conocer el alma humana y social del entorno dentro de un marco histórico y sus carencias en aquellos factores con capacidad de incidir en la incertidumbre.
Mirando hacia el futuro.

Por cierto, todo riesgo trae consigo una oportunidad, y es en esta última donde aparecen más actores inesperados. Proyecto significa un salto hacia el futuro y en el caso de las iniciativas de energía se cuenta con un sector normado que regula condiciones técnicas y ambientales, concitando además el interés de las comunidades y autoridades del ámbito fiscalizador. Si además el Estado como entidad jurídica está en régimen de transformaciones, aporta escenarios futuros que deben ser escudriñados adecuadamente.

No es menor el hecho que Project Management Institute (PMI) informa en un estudio que solo el 26% de todos los proyectos tienen éxito en cumplir su promesa a la Alta Dirección. Eso significa que la mayoría de los proyectos fallan en la gestión de los riesgos que pueden gatillarse durante su ciclo de vida. Por cierto, se incumple el plazo y el presupuesto, que se suman a pérdida de reputación, presencia de mercado y desvalorización de marca, entre otros.

Varios de estos impactos se pueden atribuir a fallos en la gestión y resulta sorprendente que se ha fallado precisamente en la gestión y evaluación temprana de los riesgos. En un mundo “sobrecalentado” en todo sentido, se debe agudizar la atención sobre los riesgos. Así, en este mundo hiperconectado, abundan las circunstancias que afectan a todos los países, donde inevitablemente se ven impactados los proyectos de infraestructura, de energía, y en general toda la cadena de prestaciones sectoriales de valor de la cual se sirven.

Riesgos a escala global

Nada más elocuente que lo señalado en enero de 2022 en el Informe de Riesgos Globales (Global Risks Report – 17th Edition) por el Foro Económico Mundial (Davos), que enumera los 10 riesgos que se espera sean los de mayor severidad a escala global la próxima década: falla en acción climática, clima extremo, pérdida de biodiversidad, erosión de cohesión social, crisis de subsistencia de poblaciones, enfermedades infecciosas, deterioro de salud mental, crisis de recursos naturales, crisis de deuda de los países y confrontación geoeconómica.

Los 10 riesgos que más han empeorado entre el año 2021 y 2022 a nivel global, según preferencias de los participantes son: erosión de la cohesión social (27,8%), crisis de subsistencia de poblaciones (25,5%), deterioro de la salud mental (23%), clima extremo (22,7%), crisis de deuda de los países (13,8%), fracaso de la ciberseguridad (12,4%), enfermedades infecciosas (10,9%), desigualdad digital (10,5%) y reacción negativa a la ciencia (9,5%).

Frente a este panorama, surge la necesidad de una mirada local como país, en cuanto a cuál será la severidad y naturaleza con que estos riesgos podrían amenazar a Chile. El conjunto de ellos es preocupante, ya que sus correlaciones además son complejas.

¿Cómo se expresa esta incertidumbre del factor humano como riesgo para un proyecto? Pues, se expresan desde lo subjetivo y desde ideas o expectativas de partes interesadas que se verbalizan y presentan en defensa de su particular interés, normalmente matizadas en una estructura ideológica que se esmera en darle coherencia a la demanda.

Lo que ocurre es que, no obstante el proyecto cumple con las leyes, eso es puramente objetivo. Aparece entonces esta brecha, que consiste en que un proyecto evaluado debe salvar la barrera de lo subjetivo, pues aparecen en los entornos valoraciones que están subsumidas en la contingencia social o política. El ser humano es impredecible porque idealiza e ideologiza y eso siempre es un riesgo. Esto es lo que da origen a la necesidad de evaluar tempranamente y gestionar en el ciclo de vida de proyectos, lo que se podría denominar la Factibilidad Ideológica.

Factibilidad Ideológica

El desafío que ofrece evaluar la Factibilidad Ideológica de un proyecto para valorar incertidumbre o severidad de estas categorías, es que normalmente hay restricciones de tiempo para el desarrollo del ciclo de vida del proyecto, un entorno jurídico cambiante y, por otra parte, expectativas de partes interesadas que deben ser identificadas, si es que el proyecto puede darles cabida en su propuesta de valor.

Hace 40 años se nos enseñaba que todo proyecto debía pasar por una adecuada Factibilidad Técnica y Económica y que todo profesional de la especialidad sabía cómo ejecutarla. Luego, con la promulgación de la Ley de Bases del Medio Ambiente surgió la necesidad de incorporar la factibilidad medioambiental a estas iniciativas.

Hoy, en la era de una sociedad hiperconectada, el creciente empoderamiento de la sociedad y la evolución de las estructuras del poder, postulo que la Factibilidad Ideológica es una variable que parece estar enmascarada por la denominada Gestión Social, matiz interpretativo en que el poder y el promotor del proyecto se encuentran y buscan delinear las posibilidades de llevar a la práctica un proyecto de inversión. Más allá de la certeza jurídica, la necesidad humana de haber tenido razón y seguir teniendo razón, sobre todo si su marco ideológico lo justifica. Así, el marco jurídico parece ser rebasado por nuevos factores o cosmogonías emergentes.

Hay otros elementos de la institucionalidad que también representan esta necesaria Factibilidad Ideológica en nuestro país por causa de la incertidumbre jurídica. Por ejemplo, un proyecto puede conseguir la resolución de calificación ambiental otorgada por órganos técnicos del Estado, pero si el Comité de Ministros, que es esencialmente político, decide no permitir la materialización del proyecto, entonces subordina la ciencia a una decisión ideológica.

Una adecuada ejecución de la evaluación de riesgos que debe realizar un proyecto de inversión, tiene relación con estar consciente de la necesidad de incorporar en sus preparativos también una cuidadosa Factibilidad Ideológica, que es una suerte de indagación más allá del marco jurídico y requiere una aguda mirada cultural del país y los agentes responsables de la administración y evolución del Estado.

Como experiencia cognitiva de las partes y actores que intervienen en este análisis de viabilidad del proyecto, la Factibilidad Ideológica exitosa para una iniciativa se encuentra a medio camino entre el ideologismo y el pragmatismo, en un lugar en que la ética prevalece, y que es encontrado en plazo razonable y satisface expectativas en beneficio del bien común, del cual también es parte el proyecto.

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