Propuesta de Chile para reducción de gases

21 enero, 2015
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El país debe evitar comprometerse con metas exageradas en aras de reducir el calentamiento global, porque su incidencia en el fenómeno es mínima.  

El ministerio de Medio Ambiente mantiene abierta una consulta pública para definir la propuesta de reducción de emisiones de CO2 que Chile presentará ante Naciones Unidas, en el marco de la Conferencia de las Partes (COP), que tendrá lugar en París a fin de año. En dicha instancia se definirá un conjunto de medidas a nivel global -considerando las propuestas que envíen los distintos países-, como asimismo si aquellas tendrán un carácter obligatorio o bien voluntario.

La propuesta que el gobierno ha sometido a consideración de cara a la COP contempla dos alternativas. Una sugiere reducir las emisiones de CO2 por unidad de PIB entre un 40 y 45% bajo los niveles de 2007 hacia el año 2030; la otra implica reducciones entre 35 y 40% para 2030. En ambos casos se proponen metas intermedias hasta el 2025. Se trata de objetivos particularmente ambiciosos, sin que existan razones que justifiquen un esfuerzo de esta magnitud, considerando que Chile explica un porcentaje muy menor en relación a las emisiones globales, y los países más contaminantes no han dado señales de real voluntad para avanzar hacia medidas más audaces.

Es saludable que la comunidad internacional promueva la conciencia de cuidar el planeta y fomente el uso de tecnologías ambientalmente más limpias. Sin embargo, ello debe hacerse sobre una base realista y evitar traspasar costos innecesarios a la población o a la actividad productiva. En el caso de Chile, la meta para reducir emisiones que ha propuesto la autoridad recaería en forma importante sobre la generación de energía, lo que probablemente implicaría castigar cierto tipo de combustibles, como el carbón. Ello probablemente encarecería los costos de generación -sin tomar en cuenta que las tecnologías a carbón ya han permitido que éste reduzca fuertemente sus emisiones, y probablemente en la próxima década habrá mejoras adicionales-, lo que previsiblemente tendrá efectos sobre el crecimiento del país.

Todo ello hace necesario examinar con especial detención la conveniencia de proponer metas de esta naturaleza, especialmente si acaso se quieren hacer obligatorias, lo que resulta altamente cuestionable. No podría ignorarse que el país acaba de asistir a un proceso de licitación de energía donde a través de los incentivos apropiados fue posible lograr precios mucho más competitivos, permitiendo que algunos bloques fueran adjudicados a energías renovables no convencionales.  Precisamente en la medida que prevalezcan incentivos de mercado se irán incorporando nuevas tecnologías y probablemente se lograrán metas parecidas a las que pretende el gobierno, evitando el riesgo de encarecer artificialmente sus costos.

La ciencia no ha logrado establecer conclusiones definitivas sobre las razones detrás del aumento de las temperaturas en el planeta. Desde comienzos del siglo XIX hasta la fecha se advierte un aumento progresivo de las temperaturas -por aquel entonces y bien entrado el siglo XX difícilmente ello podría atribuirse a la acción humana-, con períodos intermedios de descenso de temperaturas. Ese solo antecedente muestra lo impredecible del clima, donde intervienen factores ajenos a la acción humana, como la actividad solar, las gigantescas corrientes del Océano Pacífico o la acción de los volcanes. De allí que comprometer al país a tan largo plazo con metas eventualmente inflexibles no parece razonable, especialmente cuando Estados Unidos y China -los dos mayores emisores del mundo- recientemente han comprometido objetivos menos exigentes: el primero reducirá sus emisiones entre 26 y 28% hacia el 2025, mientras los chinos lo harán recién hacia 2030, sin comprometer metas.

Fuente: La Tercera

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