Fukushima, de la amenaza nuclear a la de los rumores

13 marzo, 2015
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Sobrevivir a una fuga de material radiactivo no es simple. Luego de la emergencia, quedan temores que han costado millones de dólares y que tienen trabajando duro a los japoneses.

A primera vista, parece una gran pelota de tenis con ojos, pero en realidad se trata de una especie de pájaro amarillo. Kitiban se convirtió en 1995 en la mascota de la prefectura de Fukushima y este jueves se mueve de lado a lado por las dependencias del Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón, en Tokio, haciendo divertidos movimientos y tratando de aparecer en cada foto.

Es como si, después de cuatro años en que para el mundo Fukushima se convirtió en sinónimo de los peligros de la energía nuclear, Kitiban intentara recuperar su sitial.

Y la ocasión es óptima: decenas de representantes de la diplomacia de los cinco continentes asisten a una charla del gobernador de la región, Masao Uchibori, quien está empeñado en recordarle a la gente que antes del terremoto y tsunami de 2011 -detonantes de la fuga radiactiva en la planta de Fukushima-Daiichi-, su prefectura era “una región majestuosa, con bellos paisajes y excelente fruta”.

El impacto de la crisis nuclear fue gigantesco. Además de lidiar con 98 mil casas dañadas por el megasismo, la radiación obligó a evacuar 164 mil personas, de las cuales 119 mil aún no pueden regresar a sus hogares. En la planta nuclear, todavía sigue el trabajo de limpieza, que debiera extenderse por 30 años.

Bastante más rápido va la descontaminación de las casas (65% de avance) y de los campos agrícolas (72%). “En uno o dos años podremos estar viviendo de nuevo de modo seguro”, promete Uchibori.

Potente ofensiva

Pero en este escenario, el enemigo más difícil de combatir no ha sido la radiación, sino lo que los japoneses denominan “rumores dañinos”. Son las dudas y temores los que han hecho que la producción agrícola hoy sea 12% menor que en 2010; que los ingresos provenientes de la pesca hoy sean 65% inferiores que antes del terremoto y que el turismo se haya contraído en 9,4%.

Por eso, el gobernador Uchibori, el gobierno nipón y el propio Kitiban protagonizan una potente ofensiva. “La forma más efectiva de combatir los rumores dañinos es con información correcta”, dice Hisanaga Okuyama, vocero de la Agencia para la Reconstrucción de Japón.

Un principio que la prefectura se ha tomado muy en serio y que partió aplicando en el área de la salud pública. Aunque bastaba con chequear la glándula tiroides de los afectados por el accidente nuclear, se optó por hacer escáneres completos a la población.

Lo mismo se está haciendo con la producción agrícola. En 2014, se chequeó cada uno de los 10,7 millones de sacos de arroz que produjo la prefectura. ¿El resultado? Ninguno mostró niveles anormales y a cada saco inspeccionado se le puso una etiqueta con la imagen de Kitiban certificando que están 100% libres de residuos nucleares.

Hasta el Primer Ministro, Shinzo Abe, ha debido aportar: en sus continuas visitas a la zona, suele comer ante la prensa productos locales. Pero los compradores han sido más difíciles de convencer.

Para los productos agrícolas se crearon subsidios y se decidió prohibir la comercialización de cualquier alimento que exceda las normas de referencia. Mal no les ha ido: en 2013 y 2014, el sake producido en esta zona fue considerado el mejor de Japón. A la fecha, 13 países (incluido Chile) han levantado sus restricciones al ingreso de productos desde ese país, impuestas tras el accidente nuclear.

En la industria pesquera se permite la explotación de cada especie solo si se comprueba que, en una muestra de 20 mil ejemplares, ninguno presenta anomalías atribuibles a la radiación. Esto se suma a apoyo fiscal a 414 industrias, para que puedan elevar su producción.

Para el turismo, la prefectura ha intentado organizar la mayor cantidad de reuniones internacionales posibles, con el fin de difundir sus bondades, como el Castillo Tsurugaio o sus festividades. Las cifras hablan de un repunte.

“¿Qué se necesita para revitalizar a Fukushima?”, se pregunta hoy el gobernador. “Creo que la palabra clave es empatía. Nuestra gente no puede hacerlo sola y eso es lo que le pedimos al mundo: por favor, no nos dejen solos”.

Fuente: El Mercurio

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