Plantas desaladoras: Una opción que gana terreno

22 junio, 2020
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Planta Ashkelon, en Israel. (Foto: IDE Technologies)

Una mayor eficiencia energética y el desarrollo de nuevas membranas más eficientes y más durables, son probablemente las mayores innovaciones que han sobresalido estos últimos años en materia de desalinización.

Por Daniela Tapia
Revista Nueva Minería y Energía
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La primera planta desaladora del país data de 1857. Instalada en Antofagasta, esa planta era más bien artesanal y sólo era capaz de purificar unos pocos litros de agua.

A más de 160 años de ese pionero proyecto, hoy la escasez hídrica se ha transformado en una realidad que cada vez impacta en mayor medida a diversos sectores, entre ellos la minería. La desalinización entonces, surge como una opción más relevante que nunca a la hora de optimizar sus procesos.

En el sector minero, de hecho, las plantas desaladoras se han consolidado como una alternativa viable para asegurar el abastecimiento de agua no sólo para los proyectos nuevos, sino también para extender la vida útil de las iniciativas mineras existentes.

“Hoy las plantas desaladoras se han desarrollado exclusivamente en el norte del país. Sin embargo, frente a la megasequía y a la falta de recursos hídricos en la zona central, se plantean como una posible alternativa no solamente para abastecer a los proyectos mineros, sino también para otros usuarios”, dice Jacques Wiertz, profesor adjunto de Ingeniería en Minas de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile.

Mención aparte es que hasta hace poco las plantas desaladoras eran desarrolladas u operadas por las mismas empresas mineras. Pero han aparecido otros modelos de negocio en los cuales las plantas desaladoras son financiadas, construidas y operadas por empresas externas que aseguran el abastecimiento de los proyectos mineros a través de contratos de suministro.

Frente a este panorama, varios son los estudios que confirman el protagonismo que ha ido cobrando la construcción de plantas desaladoras en esta industria. El Consejo Minero, por ejemplo, ha destacado que el uso de agua de mar (salada o desalinizada), ya representa un 23% de toda el agua que usa la minería.

Por otra parte, según el informe “Proyección del Consumo de Agua en la Minería del Cobre 2019-2030”, desarrollado por Cochilco, a 2030 el consumo de agua de mar aumentará en un 156% respecto a 2019, llegando a 11 m3 por segundo; mientras que el uso de agua continental disminuiría en un 6%.
“En las regiones más afectadas por la sequía, la desalinización se posiciona como la solución más concreta: en Antofagasta, el agua de mar representará el 65% del agua utilizada para la minería del cobre hacia 2030; en Tarapacá, el 60%; en Atacama, el 42%; y en Coquimbo, el 25%”, señaló Camila Montes, analista de la entidad.

En el caso de la región de Coquimbo, por mencionar un ejemplo, el uso de agua de mar está dado principalmente por el desarrollo de la ampliación de la mina Los Pelambres, en el marco del proyecto Infraestructura Complementaria (INCO). En este contexto, la planta desalinizadora tendrá una capacidad de producción de 400 l/s de agua desalada de calidad industrial, proyectándose su uso como respaldo en períodos de sequía.

El proyecto de Andes Iron, Dominga, también considera el uso de agua de mar para el procesamiento.

Asimismo, la mina Collahuasi, ubicada en la Región de Tarapacá, ingresó a tramitación ambiental un proyecto por US$3.200 millones para extender su operación por 20 años. En este ámbito, la compañía contempla la construcción de una planta desaladora de agua de mar para bombear el recurso desde el puerto hasta la faena, a más de 4.500 metros de altura.

La lista suma y sigue. Y es que la masificación de este tipo de solución tecnológica, según el consenso de expertos, ha demostrado que sus beneficios superan a los impactos que genera.

Así lo cree Cristián Wedeles, gerente comercial para Chile de IDE Technologies, quien explica que respecto de las sales que se remueven del agua de mar, éstas son en general devueltas al mar en un flujo más concentrado, sin embargo, mediante un adecuado diseño que considera las corrientes marinas del lugar y sistemas de difusión, se homogeniza con las características del agua de mar en una pluma de sólo algunas decenas de metros.

Costos y tendencias

A pesar de las ventajas que representa el uso de este recurso, actores del sector advierten que la desalación sigue siendo una alternativa relativamente cara, considerando además el costo de bombeo y transporte del agua desde la planta de desalación hasta el usuario.

En este sentido, en el Consejo Minero estiman que para faenas a 3.000 msnm, los costos de abastecimiento de agua de mar desalada podrían llegar a los US$5 por m3, con una incidencia de hasta un 8% en los valores de producción minera.

Es por esto que una mayor eficiencia energética y el desarrollo de nuevas membranas más eficientes y más durables, son probablemente las mayores innovaciones que han sobresalido estos últimos años en materia de desalinización.

“Los pretratamientos además son esenciales, porque permiten asegurar la continuidad de la operación. Todo ello ha contribuido a reducir fuertemente los costos de operación de las plantas desaladoras”, afirma Jacques Wiertz, de la Universidad de Chile.

El diseño y fabricación modular, en tanto, es otra de las tendencias que se han impulsado para este tipo de plantas, reduciendo así los tiempos y recursos requeridos en terreno.

“También, minimizar el uso de químicos e incorporar diseños que reduzcan los impactos del proceso en el medioambiente, como la utilización de medios mecánicos de limpieza de las tuberías de captación de agua de mar en vez del uso de químicos”, plantea el ejecutivo de IDE Technologies, empresa de origen israelí que se adjudicó el diseño de la planta de desalación del proyecto Quebrada Blanca Fase II, de la minera canadiense Teck.

A todas luces, se prevé que el uso de las plantas desaladoras en la minería seguirá ganando terreno, aunque uno de sus principales desafíos será abordar una mayor sustentabilidad. Ello se refleja, según expertos, en la necesidad de incorporar energía renovable no convencional en este tipo de proyectos, particularmente en Chile, que presenta ventajas comparativas importantes en la generación fotovoltaica.

“Por otro lado, se ha cuestionado el impacto que podrían tener las descargas de salmuera en la biota marina y es esencial para los proyectos de desalación poder demostrar que es posible minimizar y controlar estos potenciales impactos”, manifiesta Wiertz.

La atención de la industria también está puesta en la moción sobre uso de agua de mar para desalinización (Boletín 11.608-09), que busca declarar como bien nacional de uso público el agua obtenida de plantas desalinizadoras y dejarla afecta a los usos prioritarios que defina la autoridad.

Un tema que ya está generando resquemores en el sector, pues en su balance anual el Consejo Minero se refirió a ello, señalando que “si bien se detuvo el avance legislativo una vez que llegó a la Sala del Senado, sigue pendiente el riesgo de que (dicha moción) avance con su contenido actual”.

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