Rol social en proyectos mineros: hacia una industria más inclusiva

21 julio, 2016
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La minería ha generado históricamente muchas externalidades que han provocado diversas problemáticas sociales y ambientales en los lugares aledaños a sus operaciones. (Ilustración: Daniel Cáceres)

La minería ha generado históricamente muchas externalidades que han provocado diversas problemáticas sociales y ambientales en los lugares aledaños a sus operaciones. (Ilustración: Daniel Cáceres)

La minería ha generado históricamente muchas externalidades que han provocado diversas problemáticas sociales y ambientales en los lugares aledaños a sus operaciones. (Ilustración: Daniel Cáceres)

Si bien algunas compañías muestran preocupación por involucrar a sus stakeholders en el desarrollo de su cadena de valor, expertos advierten que la relación con las comunidades depende más bien de las iniciativas voluntarias de las empresas.

Paula Chapple
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En los últimos años, la mirada de las empresas mineras respecto a la relación con las comunidades ha avanzado desde una lógica filantrópica y de ayuda social, hacia un trabajo comunitario colaborativo. En este sentido, las compañías aseguran que buscan establecer lazos de confianza e intentan situarse como un actor comunitario dentro del territorio.

Pero para que esto sea efectivo, la relación con la comunidad debe ser genuina y creíble, para que de esta manera se traduzca en resultados concretos y medibles, coinciden expertos.

“Las comunidades, más empoderadas, no están dispuestas en aceptar genéricas declaraciones de apoyo y rechazan la lógica de transacción, exigiendo mayores esfuerzos de la industria por mantener una relación donde se entregue información y se impulsen procesos colaborativos de desarrollo local”, apunta Gloria Arriagada, directora de la oficina de Antofagasta de Fundación Casa de la Paz.

Resulta innegable señalar que el desarrollo del sector minero es un aporte vital a la economía nacional, pero también es cierto que muchas de sus externalidades han generado diversas problemáticas sociales y ambientales. Y muchas veces ocurrió que las empresas no se hicieron cargo en forma oportuna de estos efectos, generando con ello una percepción negativa por parte de la comunidad.

Sin embargo, hoy pareciera existir mayor conciencia. “(La relación con las comunidades) ha sido tomada en cuenta por las compañías mineras generando lazos de interacción más efectivos, incorporando nuevas unidades o departamentos especializados que han abordado las inquietudes de la comunidad, e integrándolas como elementos relevantes de la gestión minera”, destaca Álvaro Boehmwald, director de Ingeniería en Energía y Sustentabilidad Ambiental de la Universidad San Sebastián (USS), sede Concepción.

Y es que en los últimos años, las compañías mineras han entendido desde su propia identidad, que el relacionamiento con las comunidades debe ser prioritario, como un socio principal y estratégico.

“De nada sirve que las ganancias que se generan en la industria no vayan de la mano con el desarrollo del lugar en donde son partícipes. Las compañías son parte de la comunidad y quienes no lo entienden de esa manera, no podrán tener visión de futuro”, señala María Pía Tejos, gerente de Sustentabilidad y Asuntos Externos de Codelco Ventanas.

En tanto, para Flavia Liberona, directora Ejecutiva de Fundación Terram, si bien se observa que las empresas “han sofisticado” el lenguaje y la forma de relacionarse, en su opinión los cambios son sólo de forma y no de fondo.

“Lo que necesitamos como país es un cambio en la institucionalidad ambiental, la gente está cansada de maquillajes verdes, de pseudo participaciones ciudadanas y relaciones de buen vecino desde las empresas”, enfatiza Liberona.

Desde el punto de vista de las empresas, Jorge Lagos, gerente de Sustentabilidad y Relaciones Institucionales de Codelco, reconoce que aún “hay mucho terreno que recuperar en el ámbito de las confianzas, de la reconstrucción de visiones compartidas y conjuntas” con las comunidades aledañas a las operaciones.

En la industria minera asumen que aún hay mucho terreno que recuperar en el ámbito de las confianzas y de la reconstrucción de visiones compartidas y conjuntas con las comunidades aledañas a las operaciones. (Foto: Barrcik)

En la industria minera asumen que aún hay mucho terreno que recuperar en el ámbito de las confianzas y de la reconstrucción de visiones compartidas y conjuntas con las comunidades aledañas a las operaciones. (Foto: Barrcik)

Rol de las comunidades

En los últimos años, las comunidades han evolucionado en su vínculo con las compañías mineras, y de paso, en su forma de abordar los conflictos con las empresas.

“Inicialmente los conflictos estaban centrados en necesidades locales que apuntaban a la contingencia diaria, muy por el contrario de lo que ocurre en la actualidad, donde el concepto de la sustentabilidad se ha tomado la tribuna de opinión de toda comunidad y donde el cómo se hace, ha tomado una vital importancia en la percepción de la comunidad sobre el accionar de las compañías mineras”, detalla Álvaro Boehmwal, de la Universidad San Sebastián.

Hoy las comunidades están mucho más organizadas y se mueven ante el conflicto, según observan desde la industria. Sin embargo, las empresas lamentan que esos conflictos, en ocasiones, suelen derivar en enfrentamientos más complejos.

“Lamentablemente a veces hay mucha polarización, todo parece blanco o negro, desde un lado y desde el otro y la intransigencia de las partes no lleva a nada. Ahí es fundamental la confianza, y ésta se construye en el tiempo”, comenta Jorge Lagos, de Codelco.

El ejecutivo agrega que no se puede pretender acercarse a la comunidad sólo en base a la necesidad de plantear un proyecto. En su visión, el diálogo debe ser permanente “y cuando así ocurre, y existe un conflicto, la solución es mucho más fluida y rápida”, asegura.

Y es que el empoderamiento que han experimentado los ciudadanos en los últimos años, como un fenómeno global, es una prueba de que la voz de los vecinos y vecinas “debe ser escuchada siempre”, dice María Pía Tejos, de Codelco Ventanas.

Sin confianza es difícil continuar avanzando, coinciden los expertos. Por ello, “dialogar, dialogar y no cansarse de dialogar, debe ser siempre el principal desafío para estrechar los lazos entre las empresas y las comunidades”, complementa María Pía Tejos.

Expertos coinciden en que las comunidades están más empoderadas y hoy ya no están dispuestas en aceptar genéricas declaraciones de apoyo, rechazando la lógica de transacción. En la foto, una marcha organizada en Antofagasta para protestar por la contaminación de la ciudad. (Foto: eldinamo.cl)

Expertos coinciden en que las comunidades están más empoderadas y hoy ya no están dispuestas en aceptar genéricas declaraciones de apoyo, rechazando la lógica de transacción. En la foto, una marcha organizada en Antofagasta para protestar por la contaminación de la ciudad. (Foto: eldinamo.cl)

Tareas pendientes

¿Pero es sólo éste un tema bilateral, entre empresas y comunidades? Los expertos consultados concuerdan en que también es un asunto que atañe al Estado, y con ello, a las instituciones públicas.

“Es evidente que los desafíos son muchos, desde cambios constitucionales, ordenamiento territorial, cambios en la legislación ambiental y sectorial, garantía de derechos para las personas, leyes anticorrupción, parar con la puerta giratoria entre empresas y gobierno, entre otras. Los conflictos no se van a solucionar con políticas de buen vecino o responsabilidad social empresarial o participación ciudadana anticipada”, asegura Flavia Liberona, de Fundación Terram.

“En mi opinión hemos llegado a un límite y esto no se trata de cambios menores, los cuales pueden ser bienvenidos en algunos casos. Se trata de pensar en el mediano y largo plazo los costos de las decisiones que se toman hoy. Eso no lo está haciendo el gobierno, ni tampoco las empresas”, agrega la experta de Terram.

En este sentido, se asume que las responsabilidades y deberes deben ser mutuas, lo que supone que el diálogo, la confianza y el cumplir con la palabra deben ser pilares fundamentales en la relación empresa-comunidades.

Sin embargo, hay conciencia en que aún está pendiente avanzar aún más en la construcción de relaciones simétricas y más transparentes. Por ejemplo, de parte de las comunidades, se hace imprescindible un mejor conocimiento de los impactos y efectos de los proyectos de inversión.

“Las empresas necesitan una mejor comprensión y definición de su rol como actor de desarrollo local, definiendo su relación con el sector público, delimitando la profundidad y especificidad del quehacer de la industria y el Estado, para lograr instancias reales de colaboración sin duplicar esfuerzos e intervenciones”, explica Gloria Arriagada, de Fundación Casa de la Paz.

En este nuevo marco para la relación empresa-comunidades, las compañías deben avanzar en cuanto a su conocimiento del espacio común, aunando criterios con actores e instrumentos de desarrollo comunal que les permitan tener una mirada macro y de largo plazo, más allá de temas contingenciales de las comunas en que operan.

“Tenemos una deuda histórica de escucha, ya que por años no fuimos capaces de acercarnos a nuestro entorno, de explicar claramente los impactos que generamos, mostrar lo que hacíamos en nuestras faenas. Llegó el día en que debemos escuchar y rendir cuentas, no sólo a las autoridades porque una Resolución de Calificación Ambiental así lo indica, sino a nuestras comunidades y entorno donde operamos de las condiciones del ambiente en que viven, nuestra información debe estar a su alcance, debe ser transparente. Ese es el primer paso para comenzar a construir la confianza que requieren las instancias de diálogo posteriores”, reconoce Jorge Lagos.

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