Pedro Serrano: Tortas y relaves

14 septiembre, 2015
Opinión - Pedro Serrano_foto

Última etapa en extracción de relaves en casco urbano

“Hace poco menos de un siglo, la estadounidense Andes Cooper Mining Company encontró nuevos yacimientos como El Salvador, y comenzó a botar relaves mineros al Río Salado. Se calcula que fueron 29.000 toneladas diarias por más de 40 años. Desde 1970 ha sido Codelco con Potrerillos y El Salvador, la que ha seguido aportando desechos, que se depositaron a lo largo del río y en la bahía de Chañaral”.

Por Pedro Serrano, Académico Departamento de Arquitectura Universidad Federico Santa María.

El año 2015 un aluvión mortal bajó por Chañaral, el cauce del Río Salado, un río del desierto del norte chileno, históricamente seco, que recibió en sus afluentes superiores gran cantidad de agua en muy poco tiempo. El torrente con piedras y barro arrasó comunidades mineras cercanas o encima del cauce histórico y pasó a llevar la ciudad de Chañaral. El aluvión traía casas, contenedores metálicos, maquinaria, animales, gente y sobre todo, un espeso barro altamente tóxico que abrió un forado en el borde costero, contaminando el territorio, el mar y el aire.

¿De dónde venían esos millones de toneladas de tierra y polvo contaminado? Durante miles de años los pueblos indígenas sacaron cobre desde esos lugares. Hace poco menos de un siglo, la estadounidense Andes Cooper Mining Company, filial de la Anaconda Cooper Company, encontró nuevos yacimientos como El Salvador, a 2.300 metros sobre el nivel del mar, y comenzó a botar relaves mineros al Río Salado.

Se calcula que fueron 29.000 toneladas diarias por más de 40 años. Desde 1970 ha sido Codelco con Potrerillos y El Salvador, la que ha seguido aportando desechos, que se depositaron a lo largo del río y en la bahía de Chañaral. He ahí la carga del desastre.

Hace muchos años, el 26 de marzo de 1965, un tranque de relave se reventó, con un terremoto en La Ligua y terminó con la vida de 350 chilenos de una localidad cercana a El Melón. Miles de toneladas de desechos mineros acumulados en la altura de un valle arrasaron un pueblo, matando y desapareciendo a centenares de compatriotas.

Chuquicamata es otro ejemplo de historias construidas con estos desechos. La mina de cobre más grande del mundo tuvo que cerrar su campamento de Chuquicamata y trasladar todo el pueblo a Calama. Desde 2008, el pueblo de Chuquicamata comenzó a ser tapado por los ripios de mineral y estériles de la mina.

En el rajo de Chuquicamata se extraen a diario unas 280.000 toneladas métricas de material, de los cuales unos 80.000 tienen cobre a una ley del 1,08 %, o sea, las 80.000 toneladas de material útil entregan 800 ton/día de cobre, lo que significa que por cada tonelada de cobre final se desechan poco más de 350 toneladas de “áridos estériles”.

Últimamente ha aparecido Pelambres, que entrega 324.000 toneladas de concentrado de cobre y unas 9.800 de molibdeno al año. Con reservas estimadas de 2.125 millones de toneladas, la ley es de sólo el 0.6%. Esto promete un “regalito ambiental” de estériles por el 99,4% que van a depositarse en un enorme tranque de relave, hoy tristemente conocido como El Mauro, en conflicto con la pequeña comunidad de Caimanes.

La historia muestra al salitre, cuyas “tortas”, pueblos fantasmas y muertos siguen allí en el desierto; hasta las minas de oro, como lo serían Pascua Lama y Casale; las minas de hierro, la extracción de litio, y a propósito de esto último, uno que otro “depósito” o tranque privado en paraísos fiscales y alguna que otra privada evasión de impuestos. Estos otros tranques de relaves colaterales, también históricos con poca ética, están a punto de reventar sobre quienes resulten responsables.

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