Más política para la política energética

19 abril, 2016
Opinión - Claudio Huepe_foto

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La experiencia de Energía 2050 marca el rumbo para una nueva forma de hacer política pública y es una base fundamental sobre la cual se debe construir, siempre buscando mejoras.

Por Claudio Huepe, Coordinador del Centro de Energía y Desarrollo Sustentable de la Universidad Diego Portales.
Co escrito con Carla Alvial, del Núcleo Milenio en Energía y Sociedad.
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Durante dieciocho meses se desarrolló Energía 2050, proceso participativo de planificación a largo plazo que culminará en una política integral para el sector energético y metas concretas para 2035 y 2050. Este proceso es una innovación importante en el desarrollo de políticas públicas en Chile aplicable a otros sectores, por lo que es fundamental reflexionar sobre posibles lecciones que puedan ayudar a mejorar procesos futuros del mismo tipo. Tres temas nos parecen particularmente importantes.

El primero se refiere al objetivo declarado de construir una “Política de Estado en Energía” a partir de “una visión compartida para el desarrollo futuro del sector energía con la validación social, política y técnica”.

Las políticas son orientaciones de acción respecto a temas particulares, enmarcadas en la institucionalidad de un país pero que representan la posición de un gobierno en particular. Es decir, las Políticas de Estado no “nacen” sino que se “hacen” en el tiempo en cuanto son apropiadas por los distintos gobiernos y la ciudadanía. Por ello, Energía2050 puede ser más útil entendido como una estrategia nacional guiada por principios generales compartidos que puede acoger diversas políticas sectoriales.

Al presentarse como “política de Estado” se oscurece el aspecto político: las contradicciones y controversias que acompañan todo proceso deliberativo y democrático. La forma en que éstas se articulan y se resuelven (sin que necesariamente haya acuerdo) debe ser visible y clara para la legitimidad del proceso.

En segundo lugar, se observa que el orden y tiempo de los factores pueden alterar el producto. Por una parte, al partir de una discusión participativa en la base (pero con tiempos acotados) que luego es “filtrada” por una instancia técnico-política “designada”, se puede cuestionar el proceso de participación inicial. Esto es particularmente relevante en lo que se refiere a los temas donde hay más debate social. Por otra, hacer una hoja de ruta antes de una política confunde los niveles de acción, dejando la orientación de las acciones como algo posterior a la acción misma, oscureciendo lo “político” del debate.

Finalmente, el análisis puede ser mucho más prospectivo, considerando modos de desarrollo alternativos, cambios tecnológicos o sociales radicales y otras formas de incertidumbre, pues Chile y el mundo del 2050 no serán iguales a los de hoy.

La experiencia de Energía 2050 marca el rumbo para una nueva forma de hacer política pública y es una base fundamental sobre la cual se debe construir, siempre buscando mejoras.

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