Latinoamérica minera, de similitudes y diferencias

18 febrero, 2019
Perú minería

Una panorámica diversa es la que tiene la industria en Latinoamérica a nivel de desarrollo e inversiones. Pese a ello, los países mineros que forman parte de esta región tienen desafíos comunes que persisten en 2019, como otorgarle un mayor valor agregado al producto y adoptar procesos tecnológicos más autónomos.

Por Mauricio Rivera, senior Manager, FAS Deloitte Chile.

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En términos generales, la industria minera está en un período de racionalización de sus recursos, en especial los destinados a la etapa de exploración. Cabe destacar que cuando los commodities están a la baja, la mayoría de las compañías tienden a recortar esos recursos; entonces, las etapas tempranas de los proyectos se ven en desmedro, situación que se puede ver en todo el mundo, y también en Latinoamérica.

A nivel regional, Perú tiene una cartera que, según el Ministerio de Energía y Minas, bordea los US$ 21.000 millones, donde destacan dos proyectos: una es Quellaveco, de cobre y molibdeno que está de alguna forma en carpeta desde hace cinco o seis años, producto de temas ambientales y de la baja del ciclo; y Pampa de Pongo, que está en la zona más altiplánica.

A diferencia de Chile, en Perú es un poco más difícil hacer minería, dado que en el altiplano, lugar donde están los yacimientos, se convive con una diversidad de comunidades, por lo que las empresas, además de las inversiones exploratorias, generan instancias de relacionamiento con el fin de concretar las obras y colocar a Perú en el Top 3 de los productores del mundo.

Con respecto a Argentina, tiene un potencial minero y de oil & gas enorme, pero se da que como es una unión de Estados, cada uno tiene su legislación propia. En los últimos 10 años resalta principalmente la provincia de San Juan, donde por ejemplo recaía la mitad del proyecto Pascua Lama, y la región de Santa Cruz.

En el caso del país trasandino, depende mucho del ánimo del legislador concretar inversiones extranjeras, donde, en este ítem, su proyección de inversión bordea los US$ 3.000 millones, del cual la mayoría de las empresas asociadas a este presupuesto son canadienses, contemplando unos US$ 300 a 400 millones para exploración.

Con respecto a otros países, en Colombia el año pasado anunciaron proyectos por alrededor de US$ 1.000 millones, los cuales no se han podido materializar dado que tiene una legislación minera muy antigua. A su vez, Brasil, que al ser el mayor productor de hierro del mundo tiene ciclos mineros muy independientes a los regionales, se prevé que al existir cambios políticos fuertes, su inversión en proyectos puede verse beneficiada, sobre todo en la zona de Amazonas, donde se puede encontrar hierro, oro y esmeralda.

Ya considerando inversiones de menor escala, pero también en desarrollo, en Ecuador existen proyectos que en conjunto no alcanzarían los US$ 500 millones. Sobre Bolivia existe un panorama ambivalente. En primer lugar, ellos poseen las mayores reservas de litio del mundo, lo que los posiciona con una ventaja competitiva sobre este mineral altamente atractivo hoy. Sin embargo, aún no es posible asegurar cuánta de esa demanda mundial se va a materializar.

Hay un tema referente al grado de eficiencia de los productos que consumen litio, en especial las baterías, dado que a mayor tecnología, se requeriría menor cantidad de recurso para obtener el mismo rendimiento. Bajo esa lógica, generar eficiencia en las baterías hace que la demanda de litio en el futuro esté asegurada, pero con cantidades inciertas, y a menor precio a largo plazo es menos atractiva la inversión hoy.

Por ende, se tiene que dar un trade off sobre cuánto espero generar para el mercado y cuánto es el precio esperado en el cual estos proyectos ingresen a la operación. Esto indica que el litio es un recurso muy interesante, pero que no es recomendable sobreestimar.

Desafíos regionales

Uno de los desafíos a revertir en la región es superar un concepto que en Economía de minerales se llama la “enfermedad holandesa”, que es cuando una región tiene un boom productivo dado por la explotación de un recurso energético, dando por efecto una bonanza puntual y temporal en una región por sobre la media del país.

Para evitar este efecto, el tema central es buscar cómo darle mayor valor agregado al producto. Si estás produciendo a granel, te pagan en relación a ello, y quizás una inversión que genera valor sea marginal respecto a la inversión total.

Finalmente, una de las revelaciones para este 2019 será que las empresas adopten procesos tecnológicos más autónomos, lo que significa más análisis de datos. Al aprender e implementar estos procesos que otros rubros ya están experimentando, podremos inclusive posicionar a Chile como pioneros en tecnología minera. Dado que el precio no se puede controlar, es clave hacer del costo operacional y desarrollo de inversión una variable a favor de las compañías y sus proyectos.

Artículo preparado especialmente para Revista Nueva Minería y Energía por Mauricio Rivera, senior Manager, FAS Deloitte Chile.

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