Huella de carbono: más allá de lo cuantitativo

8 septiembre, 2016
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(Foto: Gas Natural Fenosa)

(Foto: Gas Natural Fenosa)

(Foto: Gas Natural Fenosa)

Aunque este concepto se basa en medidas numéricas para establecer la cantidad de gases de efecto invernadero emitidos por un producto, evento, individuo u organización, la discusión en torno a la huella de carbono destaca por las características y el valor que se le atribuye a este término en la sociedad actual.

Camila Morales
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Vivimos en un mundo donde las leyes de la oferta y la demanda, bajo la implementación del libre mercado, predominan a la hora de hacer funcionar los medios de producción del modelo económico desarrollado en Chile y en otras naciones del planeta.

Este sistema avanza a un ritmo vertiginoso que exige ciertos cánones para encontrar el mejor funcionamiento del mercado. Por esta razón, las distintas economías en el mundo, sobre todo las de países desarrollados, comenzaron a establecer ciertas regulaciones.

En este contexto surge la huella de carbono, concepto arraigado a los productos y servicios que se consumen en el mundo, de manera de considerar también esta variable al momento de elegir a quién comprar o acceder a ciertos bienes, como por ejemplo, unas zapatillas deportivas, un evento multitudinario o la compra de cobre chileno.

Sumado a esta visión económica del concepto, no hay discusión que la preocupación por el fenómeno del cambio climático ha ido aumentando a nivel planetario, y es bajo este escenario que la huella de carbono se ha transformado en un término constantemente utilizado por sectores gubernamentales y privados.

Pero, ¿qué es la huella de carbono? La UK Carbon Trust, organización sin fines de lucro y asesora del gobierno británico en políticas de reducción de carbono, posee una definición bastante citada: “la totalidad de gases de efecto invernadero emitidos por efecto directo o indirecto de un individuo, organización, evento o producto”.

Tomando en cuenta esta definición y abocando este término en la industria minera y energética nacional, la huella de carbono implica una serie de desafíos cualitativos que permiten explorar el concepto más allá de la cifra sobre las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que exhiben las empresas de ambos sectores en sus reportes de sustentabilidad.

La importancia de una medición

Según la Agencia Internacional de Energía, a nivel latinoamericano, Chile contribuyó el año 2012 con un 4,7% de las emisiones de la región, situándose por debajo de México, Brasil, Argentina y Venezuela, mientras que a nivel mundial, la contribución del país fue cerca del 0,25% de las emisiones globales.

A nivel empresarial, este indicador es clave para ser validado a nivel de calidad. Así, por ejemplo, Codelco calcula la huella de carbono de sus productos de cobre desde el año 2005, indicador que puede fluctuar entre 1,5 y cerca de 7 toneladas de Dióxido de Carbono (CO2) por tonelada de cobre fino, dependiendo del tipo de producto (concentrado o cátodo), la línea de proceso usada, la división donde se produjo y el año de referencia.

Para Rodrigo Valenzuela, gerente de Sostenibilidad de la Consultora Deuman, que se encarga de temas relativos a sostenibilidad, energía y cambio climático; las empresas no conocen el potencial que tiene la huella de carbono como indicador, lo que se debe principalmente al tipo de motivaciones que llevan a las compañías a medir sus emisiones.

“Si analizamos las empresas del mercado que están midiendo su huella de carbono podemos observar dos situaciones. La primera son las empresas que sólo miden una vez su huella de carbono y su principal interés es neutralizarla para poder decir que sus procesos son emisiones cero. En el segundo caso tenemos a las grandes empresas que son exigidas ya sea por sus inversionistas o porque tienen que suscribirse a estándares internacionales”, explica Valenzuela.

En este sentido, la energía eléctrica es uno de los componentes principales detectada en la huella de carbono de las empresas, considerando que está presente en prácticamente todas las actividades productivas del país y que para generar esta energía se requiere de grandes cantidades de combustibles fósiles. Así lo afirma Diego Lizana, director Ejecutivo de la Agencia Chilena de Eficiencia Energética (AChEE).

“Los sistemas eléctricos del país (SIC y SING) emiten grandes cantidades de CO2 producto de la energía que las empresas y ciudades usuarias del sistema demandan. Estas emisiones permiten calcular el Factor de Emisión de los sistemas eléctricos nacionales que para el caso del SIC en 2015 fue 0,346 tCO2eq/MWh, y para el SING 0,764 tCO2eq/MWh”, indica Lizana.

De acuerdo a la norma PAS 2050, documento de aplicación voluntaria que trata sobre la verificación de las emisiones de CO2, los sistemas eléctricos son el factor que usan las empresas para calcular su huella de carbono, puntualmente el Alcance 2, denominada “emisiones producto de la compra de energía a terceros”.

contaminación termoeléctrica

Los sistemas eléctricos del país (SIC y SING) emiten grandes cantidades de CO2 producto de la energía que las empresas y ciudades usuarias del sistema demandan.

De esta manera, el ahorro en el consumo energético por medio de la implementación de medidas de eficiencia energética y la incorporación de fuentes de Energías Renovables No Convencionales (ERNC), constituyen los principales pasos destacados de las compañías mineras para disminuir sus emisiones en el ambiente. No obstante, queda por avanzar.

“En materia de determinación de su huella de carbono y posteriores medidas de mitigación, las empresas mineras han avanzado de manera dispar, pero en general, más lento de lo que deberían (…) Aquellas que aún no ven el tema como relevante, ya están atrasadas y deben acelerar el tranco no sólo por los convenios internacionales que está suscribiendo Chile, sino que también por la presión social asociada a responsabilidad ambiental”, precisa el director de AChEE.

Menos emisiones, más desarrollo

En materia de mitigación, la Contribución Nacional Tentativa de Chile (INDC, por sus siglas en inglés), considera el compromiso del país para reducir el indicador de intensidad de emisiones de GEI para el año 2030. Para lograr este objetivo que implica una serie de retos, Chile deberá utilizar todas sus capacidades y alianzas internacionales para disminuir la directa relación que existe entre crecimiento económico y crecimiento de las emisiones de GEI.

“Actualmente, existe un Registro de Emisiones y Transferencias de Contaminante, que obliga a ciertos sectores a cuantificar sus emisiones, pero en definitiva no hay una normativa que obligue a todas las empresas a medir su huella de carbono. Sin embargo, el ministerio de Energía y el de Medio Ambiente están avanzando en el desarrollo de normativa para que los sectores cumplan los compromisos de reducciones que ha llevado Chile a la COP en París”, dice Rodrigo Valenzuela, de la consultora Deuman.

En este sentido, Diego Lizana de la AChEE, explica que la inserción de nuevas tecnologías tanto en el sector residencial (iluminación eficiente y cocinas encimeras de inducción), y en el sector industrial (equipamiento asociado a trasporte de material, como es el caso de correas transportadoras con recuperación de energía y polines de mínimo roce), es un avance en materia de eficiencia.

Estos cambios, en la opinión de los expertos, representan importantes pasos para seguir por la senda de la reducción de la huella de carbono. En esta lógica, también existen nuevas tendencias que ven los proyectos desde una perspectiva de su ciclo de vida. ¿Qué quiere decir esto? Que los impactos ambientales de una iniciativa cuantifican las emisiones según el impacto producidos por cada uno de los insumos, las producidas en sus procesos, así como las emisiones de sus residuos, según explica el gerente de Sostenibilidad de Deuman.

“Esta aproximación obliga a los proyectos a ser eficientes a lo largo de todo el tiempo que dure su operación”, concluye Rodrigo Valenzuela.

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