Hernán Salazar: De la factibilidad ideológica de los proyectos

20 julio, 2015
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Hernán Salazar_foto_web“Hoy, por la cruda realidad y los hechos que bailan al ritmo del corto plazo, me asiste la convicción que un proyecto de energía es realizable siempre y cuando sea económica e ideológicamente factible. Es decir, lo técnico y el criterio científico hoy ha sido devorado por esta segunda dimensión”.

Por Hernán Salazar
Ingeniero civil
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Para nadie es desconocido el clima de incertidumbre que persistentemente presiona los proyectos desde hace unos diez años en Chile. Se percibe una especie de “industria de la oposición” que frecuentemente los observadores de la realidad social y política la atribuyen a comunidades más empoderadas y conscientes del cuidado medioambiental, además de falta de prolijidad de los titulares de los proyectos. ¿Es esa realmente la barrera que se opone al desarrollo energético de Chile?

Hace 20 años y con las expectativas propias de una economía abierta al mundo, vimos nacer la Ley sobre Bases Generales del Medioambiente, comenzando así una nueva era en los estudios ambientales.

La poderosa vertiente de estudios académicos para caracterizar el impacto medioambiental consiguió crear conciencia sobre estos temas. Pero al mismo tiempo, se generó un desarrollo vertiginoso de la insaciabilidad del escrutinio, con una creciente complejidad coronada con la judicialización, a veces selectiva. ¿El resultado? Energía más cara, alta percepción del riesgo para el inversionista, incertidumbre jurídica y matriz de energía desadaptada a los tiempos y atrasos.

Hace dos décadas -se enseñaba en la academia-, que un proyecto podría materializarse si era económica y técnicamente factible. Así, existiendo una necesidad insatisfecha y contando con la tecnología adecuada para satisfacerla adecuadamente en el marco institucional del país, el financiamiento siempre estaría disponible.

Hoy, por la cruda realidad y los hechos que bailan al ritmo del corto plazo, me asiste la convicción que un proyecto de energía es realizable siempre y cuando sea económica e ideológicamente factible. Es decir, lo técnico y el criterio científico hoy ha sido devorado por lo ideológico y no resulta del todo claro al titular del proyecto cual será el costo real que en definitiva implicará materializar su iniciativa, por lo que su percepción del riesgo necesariamente aumenta.

Lo anterior sin duda reafirma que nuestra cultura nacional se ha alejado del pragmatismo y ha cavado trincheras en lo ideológico para evaluar los proyectos, por lo que el cuestionamiento esgrimido por lo general tiende a lo teórico y nos deja en un limbo saturado de desconfianza en ideas con escaso correlato práctico y de escenarios aparentemente amenazantes para la comunidad.

Hoy es urgente dotar al Estado con los medios para que el pragmatismo y el imperio de la ciencia ilumine las decisiones, incorporando con realismo la dimensión humana y visión de mediano y largo plazo. No se trata de incorporar lobby político o ideológico. Se trata de contar con institucionalidad inclusiva -asistida por saber multidisciplinario- que esté blindada a la intervención ideológica que no agrega valor a la solución de necesidades y debe ir más allá de los intereses de grupo. Esto es, debe pensar en todo el país desde la razón, desde lo justo, con una inspiración similar al Banco Central, que es el ejemplo vivo del pragmatismo.

Así las cosas, nos encontramos en la misma dicotomía de Platón cuando formuló su teoría de las ideas, que nos invita a poner énfasis en saber distinguir entre lo aparente y la realidad. Los invito entonces a no dudar del pragmatismo como fuente virtuosa de lecciones aprendidas, en cuanto esté dotado de sentido humanista y enmarcado en principios éticos elementales.

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